miércoles, 4 de febrero de 2009

Carta a una amiga desconocida

Querida amiga,
He sentido inmensos deseos de escribirte desde ayer, creo que es por estar haciendo nada y observando demasiado. Los días en Valledupar son calurosos, en ocasiones desesperantes, las tardes son más agradables pero las personas son mas quietas. Esta región es costa y totalmente ecuatorial, los colores son festivos, la brisa te golpea y despeina. Parece un buen lugar para vivir, pero las personas intentan andar sin darse cuenta de nada, disimulan sus miedos y frustraciones, algo como: “Quédate callado, ya todo acabará”. ¿Serán todos iguales? ¿A qué tienen miedo?


Es siempre lo mismo, lo he notado, te lo puedo asegurar. Desde el hombre que limpia vidrios, hasta el que se ve muy ocupado con portafolio y blackBerry en mano. Esto no es Praga, no es Orán y no tienes ante ti un Camus que te hable de ella, así que dejo este tema de lado, al menos de momento.

Aún sigo en vacaciones, tengo suficiente tiempo para ir por las tardes a la biblioteca de la 9 y 16, paso allí un par de horas caminando entre estanterías, descubriendo libros y autores que al instante me parecen fabulosos pero que luego abandono a su suerte o a un buen lector (mi tarjeta se ha vencido y no he pagado el costo por mantenerla activa este año). También, como ayer, suelo ir por secciones menos exóticas y tomo libros de ingeniería o psiquiatría. Salgo de allí, camino unas cuantas cuadras y me siento en el mismo café de siempre. Una mujer morena, de ojos castaños pregunta mecánicamente qué quiero, en pocos minutos ahí está mi café. Es el de siempre, sencillo con una de azúcar.


Cae la noche y me dispongo regresar. No sé de que extraña mezcla está hecho mi corazón querida amiga, suelo arrancarlo, entregarlo, y este en minutos está listo para la misma operación. Por ejemplo, me enamoré de la mujer que lucía sus cabellos negros, largos y sueltos sobre el Mercedes-Benz plateado que frenó en el semáforo cuando yo cruzaba la calle, aunque luego, la mujer de la venta de bisuterías me cautivó profundamente. Llego a casa, me tiro en el sofá, dejo que suene la música, quizás algo fito, U2 o Led zeppelín y sin darme cuenta me quedo dormido.

Espero, tu suerte y la mía se crucen por allí. Pueda mirarte de frente y tú hagas lo mismo. No tengo mas para decir hoy o si tengo pero no deseo hacerte el cuento muy largo. Ten un buen día.

Siempre tuyo,
Yo.

8 comentarios:

  1. ¡Ojalá tu corazón encuentre el eco deseado y tu suerte te lleve a ponerle nombre a esa desconocida!
    Me alegraré de ser testigx en la distancia cuando ese feliz encuentro se produzca.
    Buen día para tí también y besos multicolores.

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  2. ¡Qué privilegio ser desconocida!

    Me gusta tu receta de amor instantáneo... Agregue agua, prisa y una mujer guapa. Convertirlo de género sería ¿agregue agua, tranquilidad y hombre de cabello ensortijado?

    Te abrazo

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  3. Tal vez esa mujer no es tan desconocida...

    Más cerca de lo que crees y en menos tiempo del que esperas...

    Saludos :D

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  4. Ah leerte me trajo muchos recuerdos...

    alguna vez recibí una carta muy similar de un desconocido que vivia en bogotá...
    nos volvimos amigos sin conocernos
    y al cabo de un tiempo dejamos de ser desconocidos, nos enamoramos y vivimos una historia muy dulce...

    Sino te molesta yo tambn estaré paseándome por aquí..
    anótate a tu lista un anueva fan ;)
    Hanna.

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  5. Migue, no te hacía leyendo psiquiatría.
    Los cabellos largos enamoran, es sabido.
    Un Mercedes, a veces.

    Cambiaste el fondo.
    Renovado entonces.

    Otro café?
    Un beso y que llegue la carta "a quien corresponda".

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  6. que casualidad, yo tambien le espero

    besos sedentarios
    A.

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